martes, 19 de septiembre de 2017

EL SEÑOR OTOÑO




Las hojas del árbol de nuestra vida caen a nuestros pies. Tenemos la oportunidad de convertirlas de nuevo en vida. Tan sólo necesitamos conocer el valor de estas hojas y utilizarlas para activar nuestra espiral de la vida.

El verde de mis pupilas me dice que da espacio a un ocre más experto,  permitiendo abrazar al otoño en un contexto de madurez plena; mudando de piel pero no de alma y firme sobre unos pasos que se tornan mágicos, los cuales me conceden día a día la oportunidad de hacer de mis sueños algo más que proyectos futuros. 

Vivo en esas edad intermedia en que, lo afanes ya no existen; la compresión es una constante: el amor, un referente; la paz, lo más deseado; la salud, la gran quimera porque no te abandone; la amistad, ese valor maravilloso; la bondad un reto, y vivir... toda una ilusión.

Porque ahora un abrazo nos reconforta más que un fajo de billetes; una sonrisa nos alegra el alma; un amigo nos ayuda a vivir; y si tenemos salud sabemos comprender que somos esencialmente ricos. Esta es la diferencia que podemos encontrar desde la primavera ilusionante en que vivimos, al otoño dorado donde hemos logrado la paz que andábamos buscando en nuestra errante vida.

Sintonicemos con la energía y espiritualidad de la estación otoñal; para ello soplemos sobre aquellas vivencias, situaciones o personas que nos amarran e impiden volar hacia nuevos ciclos; soplemos para que una brisa de aire fresco entre de nuevo y renueve todo. Otoño es la estación del viento, del soplo. 

Cuanto más nos resistamos a soltar nuestras hojas secas, más lejos nos quedará la primavera. Así que coge impulso y cambiemos de estación.




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